viernes, 29 de agosto de 2014

CONCESIÓN DE GALARDÓN


El premio Embajador Empresarial que otorga Feceval en el Acto Institucional de las Fiestas del Vino este año ha recaído en el poeta valdepeñero Antonio Ruiz López de Lerma. Un reconocimiento que el poeta acoge con mucho cariño.

 https://www.facebook.com/pages/Televaldepe%C3%B1as/205812466235710?fref=ts 

 La entrega del galardón tuvo lugar el día 5 de septiembre en el ACTO INSTITUCIONAL de las FIESTAS DEL VINO de Valdepeñas.

Palabras del Poeta en el Acto:



Debo, en primer lugar, agradecer a la Federación de Empresarios de Valdepeñas el honor que me hacen con esta distinción y la ocasión que me dan para dirigirme a mis conciudadanos y agradecerles el cariño con que me acogen cada vez que les doy a conocer mi quehacer literario. Gracias por acudir a mis citas, cada vez que os convoco para haceros partícipes  de lo último que he escrito; gracias por vuestro afecto y vuestro apoyo.
Acepto de corazón el nombramiento sin cuestionar si soy o no merecedor de él, no voy a utilizar el tópico de “inmerecido”, usual  en estas ocasiones. Quienes me escucháis tenéis la última palabra. Lo acepto como un regalo que me hacéis, producto del afecto   -no en vano media en vuestra decisión la frase “por unanimidad”, que no por la voluntad o imposición de una persona, obviando el sentir de la mayoría-    y por el que os doy las gracias.
Queridos empresarios:
Debo manifestaros que este título con el que hoy me honráis, no me resulta extraño; siempre me he sentido un poco embajador de esta Ciudad que es la mía, he cantado su nombre y encumbrado su recuerdo a cuantos lugares me fue llevando mi quehacer de poeta; he hablado de ella, no sólo a lo largo de las tierras de España donde dejé el leve eco de mis versos, sino también en lugares de Europa y aún de América del Sur.   Supieron las Madres de Mayo, en su sede de la calle Irigoyen de Buenos Aires, del lugar de mi origen, con ocasión de la lectura de “Plaza de Mayo”, que Eve de Bonafini me invitó a hacer allá y en la que les hice entrega del manuscrito original.
Como lo supieron en Quito, donde se publicó mi último poemario y donde he leído mis versos en varias ocasiones, en cada una de las cuales deje a modo de tarjeta de presentación este poema:
 “…Nací en un mar de tierra enamorada
 bajo un hueco de sol. Allí mis señas
quedaron en la piedra, y de la altura
de este primer solar tomé la azada
para labrar mi verso, Valdepeñas.”
El desaparecido poeta Pedro Valdecantos, -Delegado del Gobierno en Ciudad Real al principio de los años ochenta-   que puso prólogo a mi libro “Paisaje en gris, escribía en él:
“…Y el poeta ha sacado su silla de anea, para recostarla en el muro blanco que es Valdepeñas. Ahí está su mundo su paisaje, su cadencia. Aún un punto más de acercamiento en su barrio de “El Lucero”, paseado por el retén de sus sueños… “lugar ajeno al tiempo” … Su libro “Paisaje en gris” se abre con un conjunto de tres poemas, bajo el epígrafe “Palabras por la tierra del cariño”, como si tuviera prisa por dejar las cosas en su sitio. Para no perderse, porque no quiere hacerlo, deposita la perspectiva en el sugerente rincón valdepeñero…”
Llevaba toda la razón… Aquí está mi mundo, mi paisaje, mi cadencia y, aún un punto más en ese barrio donde invertí, como docente, muchos años de mi vida y al que llegué a amar profundamente. Los versos que escribí hace tres décadas y leo a continuación darán fe de lo que afirmo:
Mi barrio es como plata cincelada,
Que me acoge el camino cada día;
como una mies nevada. Y se diría
que el firmamento, en él, clavó su azada.
Son cósmicos sus nombres; grada a grada
me llevan al azul. El mediodía
lo barniza de lumbre.
                                     Todavía
El pueblo vive en él. Más apartada,
Se extiende una colmena pretenciosa,
que ha querido volar sobre el pasado
y juega a gran ciudad. Pero “El Lucero”
conjuga aquí la calma misteriosa
del hombre sin reloj, como sagrado
lugar ajeno al tiempo venidero.

Dicen que los valdepeñeros llevamos “las Aguzaderas” metidas en la cabeza; no iba yo a ser una excepción, esos dos cerros que celan al norte la entrada a Valdepeñas, proyectan de forma permanente su amorosa sombra en mi recuerdo y en los endecasílabos de mi vida:
   Tu paso va en mi verso cotidiano,
tu poso en el vasar de mi querencia,
tu peso en el lagar de mi demencia,
tu llano en el azul de mi majano.

Tu horizonte me sella el altozano
de las altas esperas. La paciencia
de Dios en los caminos de tu ausencia
me sabe a eternidad. Solar temprano

que sabe de miradas a la altura,
de detenida lluvia y sufrimiento,
de pan ganado a golpe de sudores,

mi corazón recita tu hermosura,
mitad de copla ronca  -gris lamento-
y otra mitad de luz de labradores.

Vuestro galardón, que recibo con orgullo, me certifica la etérea labor de promoción que me satisface haber llevado a cabo, en compañía de mi compañera de vida, a lo largo de los años, en los diversos lugares donde llevé el zurrón de mi poesía. Y, con ella, el quehacer de pregonar con orgullo el producto unido de forma permanente a esta Tierra: el vino. Vino, compañero de “samborces”, de festejos; vino que pone alas a la palabra y magia al pensamiento, compañero de coplas…  Donde quiera que fuimos,  nunca olvidamos la costumbre, adquirida hace años, de poner, cuidadosamente protegida en la maleta, viajeros del verso hacia cualquier lugar, una botella de nuestro vino… Nos complacía, como nos sigue complaciendo, ver que aquellos con quienes lo compartimos, tras admirar su color de rubí a través del cristal de una copa, ponderaban la calidad de ese vino que toma el nombre de este lugar y lo hace eterno - Valdepeñas no podría concebirse sin su vino-   y que saboreaban por vez primera

Siempre suelo pedir, donde soy requerido, que finalizada mi labor de “juglar”, se comparta una copa de vino de Valdepeñas. El C.R.D.O. Valdepeñas os puede dar fe de lo que afirmo. Y así lo seguiré haciendo, podéis creerlo.

Permitid que, para terminar, os cuente una anécdota: En una de aquellas ocasiones, que antes os relataba, mi anfitrión, aspirando  el aroma de la copa, me preguntaba reiteradamente “¿A qué huele este vino…?. Insistía tanto que tomé una servilleta de papel y escribí estos versos que podéis leer en el Museo del Vino de nuestra Ciudad y que, más tarde, se convirtieron en canción pasando a formar parte de mi C.D. “Balada de Septiembre”:

     ¿ A QUÉ HUELE ESTE VINO … ?  
                                  
   Huele a amistad y a tiempo de ilusiones,
a sueño y a paisaje, a algarabía.
Huele a recuerdo, a luz; huele a canciones
de juventud perdida y armonía.

Huele a paz compartida, a campo, a cielo.
Huele a solar manchego y a ribera.
Huele a jornal, a senda, a tenue velo
de tul ilusionado. Huele a espera.

Huele a pasado añil entre membrillos;
a colcha de algodón. Huele a camino.
Huele a pueblo, a laguna, a amanecida,

a trigos que se mecen amarillos,
a copla y a guitarra; al ambarino
collar de alguna novia. Huele a vida.

Y termino. Con este nombramiento me habéis dado algo muy importante, la seguridad del afecto de este Pueblo. Podéis estar seguros de que me sentiré orgulloso de llevarlo…
Disfrutad, queridos paisanos y visitantes, de la fiesta; disfrutad de la amistad, disfrutad del placer de una copa de vino en compañía y que el Cielo, por mediación de nuestra bendita Patrona, la Virgen de Consolación, os derrame su Luz en el camino.

La grabación del momento de esta intervención se puede ver en mi página de facebook y en:
  http://youtu.be/Gea9zGDKqv4